Comentario

En la belleza y en la IA, todo es cuestión de actitud

Ya sea casualidad, suerte o alguna conexión cósmica, mi trayectoria profesional ha ido muy ligada a la tecnología: primero dando cuenta de todos los avances en la transición de un siglo a otro como periodista en medios TI, más adelante como parte de los equipos que impulsaron los primeros portales de Internet en España y, en mi etapa más reciente, utilizando la comunicación para hacer llegar al público profesional las novedades que la tecnología aporta y el modo en el que impulsa los negocios.

Lógicamente, llevo tiempo oyendo hablar y hablando de la inteligencia artificial en sus distintos estadios – no ya de desarrollo, que eso se lo dejo a los técnicos, sino desde el punto de vista de las corrientes informativas: desde el aprendizaje automático, pasando por la “IA a secas”, sumándole el apellido “generativa” o más recientemente el de “agéntica”.

Por todo ello, y entre predicciones apocalípticas sobre el fin del periodismo y la comunicación debido a la irrupción de la IA, y visiones optimistas acerca de la mejora en productividad que puede aportar, no podía resistirme a un curso diseñado para profesionales de la comunicación en el que ir descubriendo todo lo que la IA puede hacer por nosotros.

No pretendo resumir todo el curso, pero quiero destacar algunos puntos clave que podrían convencer a los más escépticos y menos dispuestos, a darle una oportunidad a la IA en sus vidas.

Todo es cuestión de actitud

La vida es 10% lo que nos sucede y 90% cómo reaccionamos a ello, o eso dicen, así que empecemos por ahí. A estas alturas, y como bien nos confirma el estudio del ONTSI, más del 40% de la población adulta española ha utilizado la IA, principalmente para la redacción de textos y traducciones. Esta cifra, ligeramente superior a la de otros países de nuestro entorno, nos habla de una actitud decidida y abierta a descubrir.

Si nos trasladamos al mundo laboral, la cifra es aún mayor, superando el 70% y con las consiguientes dudas entre los trabajadores sobre si se dispone de la formación adecuada para ello. Y es ahí donde aparece la primera máxima a tener en cuenta. Trata a la IA como si se tratara de un ayudante, como a ese “becario espabilado” que a menudo tienes a tu disposición y al que no pides tareas complejas porque no dispones del tiempo para formarle o porque “a saber dónde estará en unas semanas”.

A diferencia de ese ayudante que probablemente en 6 meses se vaya a otro departamento o busque nuevas oportunidades en su horizonte laboral, todo el tiempo que le dediques a contarle a la IA cómo quieres que trabaje, de qué modo necesitas las cosas, en qué lenguaje y con qué estilo precisas que haga las tareas, remará a tu favor, y hará que obtengas mejores resultados. Además, a la IA puedes -y debes- pedirle que repita y mejore la tarea varias veces. Ventajas: no se quejará por ello eso sí, no esperes que te pueda aportar ese pensamiento divergente con el que muchas veces nos sorprenden los humanos.

¿Por qué? Muy fácil, porque la IA solo se alimenta de todo lo que ya existe en Internet, y esto nos introduce en el segundo punto que merece la pena abordar: la propiedad intelectual y los derechos de autor. Mientras que la creación humana original está protegida por la propiedad intelectual sin necesidad de registro, no funciona igual con el resultado del trabajo que nos brinda la inteligencia artificial.

Pero también aquí encontramos diferencias según nos encontremos a uno u otro lado del Atlántico. La UE señala que las creaciones generadas por la IA no gozan de protección por derechos de autor al no ser creaciones humanas y destaca que la titularidad tampoco pertenece al usuario que ha introducido el prompt, es decir, la instrucción que lo ha generado.

Algo más flexible se muestra la Oficina de Derechos de Autor de Estados Unidos (USCO) que a primeros de 2025 accedió a conceder protección a una obra visual al estimar que el autor introdujo suficiente aportación creativa al modificar y transformar el material intermedio producido por la inteligencia artificial.

Y es que al final, como bien apuntaba uno de los expertos del curso, lo más importante cuando le pides algo a la IA es “tener una idea, y cuanto más trabajada, mejor”, y en eso los humanos somos los verdaderos expertos.