Comentario , Relaciones gubernamentales

¿A quién llamo si quiero hablar con Europa?

La pregunta se atribuye al ex secretario de estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, quien la habrá articulado para mostrar su frustración ante la dispersión del poder en Europa y la dificultad de negociar con tantos países. En los últimos años, sin embargo, la Unión Europea ha dado numerosos pasos hacia una mayor eficiencia en la toma de decisiones colegiadas, como ha quedado patente primero, con la respuesta unitaria ante el desafío del Brexit, y más recientemente con la gestión de la respuesta a la pandemia o a la invasión rusa a Ucrania.

Sin embargo, si bien vamos avanzando hacia una mayor unión política en Europa, en el plano empresarial aún queda mucho por hacer. Y es algo que afecta no solo a las empresas europeas sino también a las norteamericanas, las chinas o las de cualquier otra región que quiera vender sus productos o servicios dentro del mercado común. Ya no hay fronteras económicas o comerciales, pero las diferencias sociales y culturales siguen suponiendo una barrera importante a la hora de hacer una comunicación eficaz de cara a los consumidores.

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Y no solo a los consumidores les afecta. Si ya resultaba complicado tener que cumplir con la legislación de 17 Comunidades Autónomas, hacer negocio en la UE sigue requiriendo un conocimiento experto de 27 jurisdicciones diferentes, además de una buena comprensión de las directivas que vienen de Bruselas.

Una de las fortalezas de Grayling es contar con la experiencia y los conocimientos necesarios para navegar un entorno tan complejo como el europeo. Somos una de las consultoras de comunicación con mayor presencia en Europa continental, desde la Península Ibérica hasta los Balcanes. Y además de contar con oficinas locales con profesionales con muchos años de experiencia asesorando a empresas en todos los ámbitos de Comunicación y Asuntos Públicos, Grayling Bruselas completa el puzle gracias a su profundo conocimiento de las instituciones comunitarias.

Sin embargo, no podremos dar respuesta a la pregunta que encabeza este post mientras la construcción de una opinión pública realmente europea siga siendo una quimera. Es curioso que, tras la salida del Reino Unido de la UE, los empresarios de otras regiones que quieren entender qué ocurre en Europa, siguen recurriendo a medios como The Economist o el Financial Times, que por muy prestigiosos y objetivos que sean, no dejarán de ofrecer una perspectiva anglo-céntrica sobre una región política de la que las Islas Británicas ya no forman parte.

Estados Unidos no se liberó del todo del colonialismo británico hasta que lograra que la imagen de su país que se proyectaba en el exterior no dependiera de redactores de agencias como Reuters, que tenían su sede en Londres y no se cansaban de recurrir a tópicos y lugares comunes con los que los norteamericanos poco se sentían identificados. Es un fenómeno que en España, en cierta medida, observamos hoy -y que nos revuelve los sesos-, por ejemplo, cada vez que un medio anglosajón recurre en sus titulares a clichés como “Spanish Lessons”, cuando hemos hecho algo bien, o “The Pain in Spain” cuando nos vienen mal dadas. Y eso sin mencionar los tópicos sobre los toros, la paella o el Flamenco.

Por esta razón, si por ninguna otra, es fundamental seguir fomentando el intercambio económico, político y cultural entre los países de nuestro continente, para que nos conozcamos cada vez mejor y entendamos los múltiples matices que enriquecen nuestras culturas. Y ojalá, de esta forma, tarde o temprano, podamos decir que el sucesor de Kissinger sí tendrá un número al que llamar y a través del cual recibirá una respuesta que nos represente a todos. Mientras tanto, y ante ese horizonte aún lejano, en Grayling nos sigue ilusionando poder desentrañar la complejidad de nuestro continente para el inversor foráneo.

Adrian Elliot, director en Grayling